domingo, 19 de enero de 2014

Enero

Cada vez estoy más segura de que preocuparse no sirve para nada. Pre-ocuparse… ocuparse de algo de manera anticipada… Sentirse intranquilo, temeroso o angustiado por algo que aún no ha ocurrido, o que ya ha pasado… Dejar de vivir el aquí y el ahora, que es lo único que con certeza conocemos y tenemos, para dejar a la mente viajar a terrenos improductivos que sólo causan dolor, y que nos impiden apreciar lo que estamos viviendo en el momento actual. Y lo peor, es que lo único que preocuparse genera es que nuestra mente se transporte a un lugar imaginario en el que las situaciones son amenazantes y siempre salimos perdiendo algo. Un lugar lleno de miedo. Y… ¿para qué?




Había un dicho que nos recordaba algo así como que si algo tiene solución, ¿por qué preocuparse?, y si no la tiene… ¿de qué vale preocuparse? ¡Cuánta sabiduría tan bien resumida!
"Las preocupaciones las dejo para mañana, y así podré ser feliz hoy"

     Algunos afortunados le hemos visto las orejas al lobo y hemos aprendido de ello. Algunos ante la amenaza de no poder vivir un futuro, o de que nos roben un presente, nos hemos dado cuenta de lo valioso que es el tiempo que perdimos en preocuparnos, y de que ese tiempo, una vez que se va, ya no vuelve.

A veces vivir en el momento presente se complica, y ya sea por el temor ante lo venidero, por el apego al pasado o por la excitación ante algo que acontecerá en el futuro, nos transportamos a ese lugar que solo existe en nuestra mente y que nos desconecta totalmente de la realidad. Nos desconecta de todo lo que tenemos justo delante de nosotros. 



Cuando estás terminando los estudios tu mente es el blanco perfecto de todos estos pensamientos… “¿qué voy a hacer cuando termine la carrera?” “¿dónde voy a ir?” “¿En qué voy a trabajar?” “Tengo la sensación de que no he aprendido nada…” “¿Y el dinero?, “Estoy deseando terminar…” “Me muero por irme a otro lugar… por hacer algo distinto…” 

Al final, todo este torbellino hace que, además de perderte la oportunidad de degustar lo que aún tiene por ofrecerte esta etapa, te pierdas las señales que están llegando a tu camino y que te enseñan claramente por dónde debes ir para que todo vaya bien. 

Si te abres a la vida, al momento presente, a disfrutar lo que tienes ahora y no cerrarte en banda a un plan, a dejar que la vida y el Universo hagan su trabajo, que las cosas lleguen como tienen que llegar, mientras nosotros trabajamos en hacer lo mejor posible la tarea que en cada momento nos toque hacer, la felicidad con la que vives cada instante es auténtica e inmensa. 



De repente, estás sumergido en LA VIDA, te sientes ligero porque no cargas sobre tus hombros mil preguntas sin respuesta, ni cientos de preocupaciones… simplemente, con alegría, gratitud y amor, haces lo que en ese instante corresponda, de la mejor forma posible y desde el corazón. Así es como aprendes, como te llenas, como transmites a los demás. Si vives así, reconoces las oportunidades cuando llegan. Quitas tanto ruido de tu mente, que escuchas como tu cuerpo reacciona ante aquello que pasa por delante, y sabes cuándo tienes que avanzar. De repente, parece que todo sale mejor de lo que jamás pudiste imaginar… como si fuera un milagro. Y el único milagro es que has sido capaz de escuchar a tu cuerpo cómo se siente con lo que hace, y por consiguiente has podido seleccionar aquello que te hace sentir bien. Y cuando dejas fuera lo que te hace sentir mal, las preocupaciones no tiene cabida.



Es verdad que la vida a veces nos trae situaciones que nos parecen injustas y nos causan dolor… ante esas situaciones, recordemos el antiguo dicho… preguntémonos ¿tiene solución? ¿Hay algo que pueda hacer para mejorar esta situación? Si la respuesta es afirmativa, ya de nada sirve preocuparse, nada aporta. Lo único que enriquece es encontrar la forma de crecer y de solucionar el acontecimiento. Puede llevar más o menos tiempo, pero ya sabes que hay algo que puedes hacer para sentirte mejor ante lo que ha ocurrido. Tienes una vía, una salida… ya no necesitas la preocupación. La única herramienta enriquecedora y válida será la acción coherente con nuestros sentimientos y pensamientos. Y si la respuesta es negativa… si no podemos hacer nada al respecto ¿de qué sirve preocuparnos?, trabajemos con todos nuestros recursos en sentirnos mejor ante lo que ha ocurrido. En aceptarlo. En no dejar que nos mate, sino que nos haga más fuertes.


  

Vive cada instante concediéndole toda la atención y el valor que se merece. Porque cada instante es único e irrepetible, y todos ellos –nos parezcan más buenos o sean más malos- tienen una grandísima lección que enseñarnos, y en nuestras manos está vivirlos de la mejor forma posible. 

miércoles, 1 de enero de 2014

Comenzar el año por todo lo alto (put a ring on it!)

¡Qué ahora soy una mujer prometida!

Tengo un trozo de oro blanco y circonita rodeándome el dedo anular y cada vez que lo miro lo veo a él. Veo un jardín lleno de velas rojas. Escucho a Alice in Chains sonando de fondo. Veo su carita, dulce y nerviosa. Lo veo a todo él entallado en su traje negro, soltando estrellas por su boca.

¡Claro que quiero!
 
Quizás pensastéis un: "eres muy jóven todavía", pero si dedico sólo un segundo a contemplar ese factor, de lo primero que me doy cuenta es de cómo la vida nunca ha tenido en cuenta mi edad. Cómo la vida ha tenido su propia historia preparada para mí. Hace casi 6 años, cuando la gente se enteraba de que era una chica con 17 años y un linfoma exclamaban "¡tan joven!"... Ahí fue cuando aprendí que la edad, al final del día, es solo un número, y las cosas importantes llegan cuando tienen que llegar. Así que "tarde"o "temprano" solo son juicios.

Sé que no necesito tener 30 años para saber con quién quiero pasar mi vida, porque eso ya lo sé desde que le miré por primera vez a los ojos. Y lo corroboré el día que rozó por primera vez mi mano y casi se me sale el alma del cuerpo. No necesito "ser mayor" para quererle cada día y para hacer algo que no es más que un acto simbólico de unión, de amor y de compromiso. Es nuestra promesa de amor. Es nuestro: "Yo te cuido y tú me cuidas" oficial.

Lo que más me gusta de él es... bueno... qué difícil. ¿Sólo puedo elegir una cosa? Supongo que es su capacidad y voluntad por aprender. Lo que más me gusta de nosotros... cómo juntos no tenemos un techo donde tocar. Cómo somos una relación viva, que evoluciona y crece en la misma dirección. Como andamos ese proceso con respeto y amor mutuo.

 Hace tiempo me puse en manos de Dios. Le dije el famoso "hágase tu voluntad","que sea lo que Dios quiera"... y desde entonces se me acabaron las preocupaciones y la vida no ha parado de sorprenderme gratamente ni un solo día. No ha dejado de enseñarme el camino, ni yo de obrar en mi felicidad. Desde entonces cada día cuando me acuesto, -sin que se escape ni una sola noche-, doy gracias porque mi familia, mi compañero de vida y yo, tengamos salud, amor y felicidad, porque sigamos creciendo, por ser valientes de perseguir nuestros sueños y por tener los ojos y los brazos abiertos a las señales. Y doy gracias por tener la mayor fortuna del mundo, que es terminar el día que acaba y recibir el día que comienza abrazada a alguien a quien quiero desde lo más profundo de mi corazón y me quiere a mí de la misma manera.

No podía haber empezado el año de mejor forma. El 2014 me convierte en prometida, en títa, en licenciada, en experta, en trabajadora... Y quién sabe en cuántas cosas más... Yo recibire todas ellas con los brazos abiertos, la mirada limpia y el corazón lleno de amor... ¡Y qué viva el amor!



domingo, 15 de diciembre de 2013

Noviembre

Me gusta llamarle "amor puro".
Es ese que te mueve a preparar el mundo para ese corazón que late dentro de otro corazón. Es más... es aquel que te impulsa a crear el nuevo latido. El que te empuja a querer convertirte en la mejor versión de ti, en la influencia más positiva, en el amor más puro y sencillo, en alguien que a su lado sume, pero nunca reste.

Ese mismo amor es el que te fuerza a liberarte de emitir juicios, a quitarte el bombín de "especialista en..." para no ser más que otra rama de su árbol que le abraza con calor y que con su tacto le transmite "aquí estás a salvo", "no te voy a abandonar", "estoy a tu lado".

El contador ya se ha puesto en marcha y aún me cuesta asimilar algo tan milagroso. Algo tan abrumador. Aún no sé su sexo, su nombre. No conozco su voz ni su cara. Ni siquiera he masticado la noticia. Y aunque no sea yo quien desde dentro lo cobija y lo alimenta, gran parte de ese ser ya se halla en mi corazón.

Voy a preparar el mundo para tí. Y descuida, que ya te estoy queriendo.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Nacen de los sueños

     Había un recóndito lugar. Uno de esos en los que no sabes muy bien cómo has llegado, y aunque intentes recordar cuál pudo ser el camino, parece que hubieras aparecido allí llevado por un sueño.
    Recuerdo que lo primero que vi al llegar fue una cuesta que se abría paso entre las modestas casas y los frondosos árboles, terminando en un estallido de colores en el cielo y en un sol que perdía fuerza conforme se acercaba al horizonte. Parecía casi un desafío de la naturaleza tal ingeniería del espacio, pero lo cierto es que ahí me encontraba yo. Sin saber cómo había llegado y fascinada por el encanto de aquel lugar que con tanta luz disimulaba la profunda oscuridad que albergaba alguno de sus muros.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Báilame